EL PRESENTE DE LAS COMUNIDADES PIDE FUTURO
El Presidente del CJL, Jack Terpins, reflexionó sobre los desafíos de las comunidades judías y el lugar que deben tener los jóvenes
EL
PRESENTE DE LAS COMUNIDADES PIDE FUTURO
por Jack Terpins, Presidente del Congreso
Judio Latinoamericano, para La Palabra Israelita (Chile).
La pandemia nos transformó. Trajo consigo una
invitación a quedarnos en casa, a conectarnos con lo simple de la cotidianeidad
en el hogar y con aquellos que están más cerca nuestro. Pero también nos
permitió conectarnos con todo lo que estaba del otro lado de la puerta. Ya no
importaba si el otro estaba en otro barrio u otro país: de pronto las
distancias eran las mismas.
Así se acumularon intercambios, capacitaciones
y consejos entre integrantes de las comunidades judías de la región. Fueron
meses de trabajo conjunto para organizarnos y dar respuesta a lo urgente: desde
asegurar que nadie se quede sin atención médica hasta acercar el sonido del
shofar a cada judío que lo quisiera escuchar. En su sentido literal, todo
Israel fue responsable el uno por el otro.
La cantidad de zooms catalizó un proceso que hizo que los judíos de
Latinoamérica constituyamos una única comunidad de más de 500.000 personas.
Esta unidad es reconfortante en tiempos difíciles, y ha sido fundamental al
momento de hacer frente a los hechos recientes.
El próximo desafío ya no radica en estar
preparados para lo que vendrá. Hemos demostrado capacidad y superado con creces
este aspecto. El próximo obstáculo está en la construcción de nuevas
normalidades donde tengamos comunidades prósperas y vibrantes. Para ello será
necesario tener visión de futuro. ¿Pero dónde radica el futuro de las
comunidades judías de América Latina?
“El futuro son los jóvenes” bien podría ser
una respuesta, aunque poco acertada. Porque los jóvenes no son el futuro, sino
el presente. En la vorágine del mundo moderno, son los jóvenes quienes marcan
la agenda de intereses, haciendo oír su voz desde el mundo virtual hasta el
mundo físico. Ya no alcanza con incluirlos en una foto, es tiempo de
escucharlos y potenciarlos.
En el Congreso Judío Latinoamericano creemos
firmemente en la necesidad de acompañar este proceso. Debemos brindarles a los
jóvenes herramientas de calidad para que, al abrir su camino, abran también a
las comunidades hacia un futuro sostenible. Y esto se logra con formación,
tiempo y trabajo.
El protagonismo de los jóvenes no es una
novedad en nuestra organización. Quince años atrás creamos el programa Nuevas
Generaciones. No hubo desde entonces un encuentro regional de la OEA o Asamblea
de las Naciones Unidas donde los jóvenes representantes del Congreso Judio
Latinoamericano no hayan podido acercar la voz de las comunidades judías a los
líderes del mundo, en muchos casos, jóvenes de la comunidad de Chile.
Aunque es motivo de orgullo, esto no es
suficiente. Los jóvenes saben que pueden y deben ser líderes. Es nuestra
responsabilidad empoderarlos y animarlos a dar ese paso hoy. De nada sirve
prepararlos teóricamente para lo que vendrá si no los exponemos a la valiosa
educación de la experiencia y la participación. Tienen que empezar a
desarrollar su energía cargada de contenido y amor por el judaísmo, y ese
camino, ese futuro, empieza hoy.
También con algo de responsabilidad y
autocrítica, las comunidades también debemos pensar en el rol que hemos dado a
las mujeres en nuestros lugares de toma de decisión. Ya no hay espacio para
desentenderse del asunto, e incluso su mera referencia resulta algo anacrónica.
La Comunidad Judía de Chile predica con el ejemplo: su vicepresidencia está
ocupada por Jackie Rosenberg. Debemos alentar a las comunidades de toda la
región a imitar este valioso activo.
Durante un reciente encuentro con la Comunidad
Judía de Chile, al que me invitó su presidente, Gerardo Gorodischer; Marcelo Isaacson, su director ejecutivo, me
preguntó cómo incorporar jóvenes a la conducción comunitaria. Es simple
explicarlo: debemos formarlos, darles responsabilidad y lugar de decisión.
Ellos quieren y pueden liderar. El futuro es hoy, y se comporta como una ola,
si no nadamos con ella, nos pasará por arriba.